domingo, 16 de noviembre de 2008

Carlos Bover y la cala de los muertos


¿Por qué empezar con este Expediente X y no con otro? En principio, no tengo favoritos, pero este suceso ha sido documentado por Pesckie en su blog (míralo pinchando aquí) y yo quería completar su post con mi versión de los hechos. En fin, he aquí el relato de la lucha de un hombre por su supervivencia.

ALGUN LUGAR MAS ALLA DE CABO GATA, AL
5:00 PM


Describir los sucesos acaecidos aquella tarde de verano es una tarea ardua y difícil, sobre todo porque yo no estaba allí, y los comentarios recopilados acerca de lo que ocurrió son, en algunos casos, contradictorios.

Aquel día fueron de pesca Ramón, Tati, el Almendra, los mellizos, Pesckie y el protagonista de este episodio: Carlos Bóver. Este último describió una cala en la que la pesca era abundante, y en la que, según parece, su padre y el padre de Javi “Cutura” habían capturado buenas piezas.

Cuando llegaron a aquella cala enseguida advirtieron porque la llamaban la cala de los muertos: para acceder a ella había que bajar por una pronunciada pendiente, llena de piedras y hoyos, de decenas de metros de altitud. En un principio todos pusieron reticencias a descolgarse por semejante abismo, aunque cuando Carlos les recordó que su padre y el de Javi habían bajado por allí, ésto, les hirió en su orgullo y sacaron arrestos (se apretaron los machos) necesarios para avanzar por la peligrosamente escarpada pendiente. Con los bártulos de un lado para otro: cañas, cubos, cebos, herramientas, ..., ¡anzuelos!; con la peña en chanclas; desprendimientos masivos de tierra y piedras; el descenso adquirió el matiz de dramático, en el que las posaderas actuaron como un vehículo eficaz ante la aceleración que iban cogiendo los cuerpos.

Finalmente (y milagrosamente, también) se detuvieron ante un rellano que daba pie a una pendiente aún más pronunciada, que realmente ya no habría de calificarse como pendiente sino más bien como precipicio, acantilado, o como el lector estime conveniente. Unos pocos metros más abajo estaba la cala de los muertos. La gente que ya había tenido suficientes emociones en los últimos minutos creyó acertado ir de pesca a otro lado, aunque Carlos insistió. Ciertamente, debía existir pesca abundante en aquel sitio, porque probablemente nadie, en varias decadas, habría bajado hasta allí sin que se le hubieran quitado de forma inmediata las ganas de pescar.

Con el ruido de fondo del mar, y de las piedras que aún rodaban pendiente abajo, la reflexión tomó forma rápidamente y todos tomaron camino arriba hacia la salvación. Carlos, que aún se debatía entre seguir hacia abajo (aunque ya se había planteado hace tiempo la posibilidad de que su padre y el de Javi hubieran estado en otro sitio), o seguir a la razonable mayoría de gente, vió interrumpidos sus pensamientos cuando su zapatilla se le desprendió del pie cayendo precipicio abajo. “Bueno, ya tengo excusa para bajar.”, pensó. Carlos se descolgó, y recuperó su zapatilla ante el asombro de los que todavía estaban allí observándolo. Pero surgió un imprevisto, porque aunque es bien dicho que todo lo que sube, baja; el recíproco no es del todo cierto.

Carlos se dió cuenta enseguida, cuando al intentar subir, debido a la arena y la piedra desgastada por la humedad, se deslizaba hacia abajo haciéndole caer. Los otros, que no podían verle debido a que el precipicio se metía hacia dentro, escuchaban siempre la misma sucesión de sonidos: gemidos de esfuerzo, ruido de gravilla rodando por el terreno, golpe y gemidos de dolor; gemidos de esfuerzo, ruido de gravilla rodando por el terreno, golpe y gemidos de dolor; ...

Pesckie, inquieto, preguntaba:
- ¡Carlos! ¿Te has caidoooooooo?

A lo que Carlos, con voz entrecortada y presa del pánico respondía:
- ¡Síiiiiiiiiiii!

Cuando el Pesckie anunció que Carlos no podía subir, Ramón y los suyos se negaron a bajar de nuevo a ayudarle, abandonándole para irse a pescar a otra parte, mientras que los mellizos se percataron que la situación era idónea para un show del Pesckie y se jugaron la vida de nuevo para bajar al rellano que daba pie al precipicio que apresaba a Carlos de forma implacable.

A partir de aquí tuvo lugar una guerra psicológica en la que el Pesckie con sus comentarios y los mellizos con sus risas, restaron la poca moral y las esperanzas que Carlos tenía de salir de aquel sitio con vida.

Carlos, incluso, se planteó la posibilidad de salir nadando de aquella prisión natural, pero el Pesckie le hizo desistir del intento con comentarios que mejor me permito no reflejar en este texto. Asimismo, los conatos de Carlos de pedir auxilio a una lancha que pasaba a unas cuantas millas de distancia fueron recibidos con hilaridad y risas, por parte del Pesckie, y su entusiasmado público.

Al cabo de cierto tiempo, llegó un miembro de la Benemérita a rescatar a Carlos. Había sido llamado por Ramón, que se los encontró después de haber tenido un serio altercado con un hombre montado a caballo (aunque no sé si esto pertenece a otra historia). Carlos le pidió que avisara a una zodiac para proceder al rescate, pero el guardia-civil dudaba de la posibilidad de que existieran zodiacs disponibles por aquella zona. Finalmente, el hombre cogió su cinto y agarrándose a él firmemente, se lo tendió a Carlos para que trepara por él. Carlos que parecía seguir empeñado en que alguien bajara con él a aquella cala, se agarraba con fuerza tirando hacia abajo, por lo que el guardia-civil hizo una confesión que dió pie a otra lindeza del Pesckie:
- Vuestro amigo es un poco pesado, ¿eh? -comentó el guardia-civil entre profundos jadeos debidos al esfuerzo.
- ¡No veas si es pesado que llevabamos media hora diciéndole que no bajara y al final se ha tirado! -exclamó triunfador el Pesckie ante el delirio de los mellizos.

Epílogo

Si existiera una recopilación de relatos de actos heroicos y humanitarios, desde luego que este episodio no debería contarse entre ellos. Pero, ¿qué ente condujo a Carlos hacia aquel abismo? ¿Por qué todos se limitaron a mirar y a reirse, o lo que es peor: a pasar del tema e irse a pescar, en vez de auxiliar al hombre en peligro? ¿Se habría salvado Carlos de disponer en aquellos terribles momentos de unas J´Hayber “Calas inaccesibles”?

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