Este es el primer capítulo de una historia que aún no está escrita, un punto de partida, la primera entrega de una serie que llegará tan lejos como tú quieras, porque quiero que me ayudéis a continuar. Si os gusta, gracias a vuestros votos y opiniones en la sección de Comentarios, me diréis que alternativas tomar o me ofreceréis alternativas nuevas, y la historia seguirá creciendo. ¡Venga! ¡Animaros a participar! Empezamos...
Hola, soy Danny Black, y nací el día en el que el puente sobre Carbon Canyon se hundió justo cuando pasaba el expreso de la West Fargo, y eso ocurrió no hace mucho.
Mi padre, que venía precisamente ese día a acompañar a mi madre en sus últimas semanas de embarazo, viajaba en ese tren. Y todo ésto no le debió sentar muy bien a mi madre porque rompió aguas al mismo tiempo de recibir la mala noticia.
Por complicaciones en el parto, ella tampoco superó aquel día.
Nathan Carpenter, el carpintero del pueblo, se hizo cargo de mi desde aquel mismo momento. Tanto la familia de mi madre, que eran pobres, como la de mi padre, que nunca vieron con buenos ojos la relación de mis padres, miraron hacia otro lado cuando les preguntaron que iba a ser de mi. En el pueblo algunos dicen que Nathan se cobró conmigo el coste de las cajas de pino que fabricó para enterrar los cuerpos de mis padres, y que nadie se encargó de pagar. Pero ahora sé que Nathan y su mujer, Emma, no podían tener hijos, y vieron en mi el milagro que nunca terminaba de llegar. Siempre me han querido mucho, aunque por su carácter duro e introvertido les haya costado demostrarlo. En el pueblo hay gente con la lengua muy larga, quizás algún día, cuando sea mayor, tenga que recortar alguna.
Emma me cuenta que ya desde muy chico utilizaba los restos de madera del taller para hacer carros, puentes, fortalezas, y otras construcciones, y reconocía que ni siquiera el imperturbable Nathan Carpenter podía disimular una sonrisa al verme. A los cuatro años Nathan ya me encargaba algunas tareas sencillas, como lijar baldas, medir y marcar vigas, e incluso atornillar bisagras a las puertas; y desde entonces le ayudo siempre que puedo.
El día en el que comienza esta historia me desperté muy temprano. La noche anterior me había bebido yo sólo una jarra de un líquido dorado y espumoso que prepara la señora Brewer. Emma reniega siempre que lo hago, pero Nathan la convence diciéndole que "una jarra no hace daño a nadie"... algún día tengo que probar a tomar más de una, porque a pesar de lo que dice Nathan, él siempre toma tres, y luego está mucho más cariñoso con Emma. Además, ese brebaje es delicioso.
Bajé las escaleras lo más rápido que pude e intentando hacer el menor ruido posible. Mi gato Knots me salió al paso, y a punto estuve de caer rodando por los suelos por evitarlo. Me sujeté con firmeza la entrepierna, y pensé que otro tropiezo como ese y no podría contenerme. Me dirigí corriendo a la parte posterior de la casa. Las letrinas estaban situadas en el exterior, a unos diez metros de distancia de la casa, pero en aquella situación parecía una distancia inalcanzable. Y así fue.
Tras abrir la puerta sólo pude recorrer un par de metros antes de que mis brazos cayeran inertes a ambos lados de mi cuerpo, en mi pijama comenzó a dibujarse un gran círculo gris, y mi piel se tornó más blanca que la nieve que recubre las cimas de Battory Peaks.
¿Qué es lo que vió Danny? (Se aceptan propuestas, ver Comentarios)
