domingo, 14 de diciembre de 2008

Tarde de toros en Retamar


Años más tarde de la creación del documento original sucedió un Expediente X, y tomé buena nota del mismo con objeto de retomar la tarea de documentación de la historia negra de Retamar. Pero las críticas fueron muy duras y desde entonces no volví a relatar más Expedientes X. Hasta que encontré el documento original no me di cuenta de lo que le faltaba a éste: el Epílogo. Bueno, más vale tarde que nunca, se escribe y punto. Y como va de toros: ¡va por ti, Emi!

Ahora que aún tengo recientes los hechos, me dispongo a relatar el que pudiera ser uno de los Expedientes X más bochornosos de los registrados hasta el momento. Coprotagonizado por Pesckie y Nono, todavía hoy me entran escalofríos por la vergüenza ajena sufrida.

Para poner en antecedentes, este es el claro ejemplo de Expediente X que se produce una vez entre un millón, pero que cuando llevas un millón de días haciendo lo mismo, sabes que tarde o temprano llega a ocurrir. Nosotros tomando café, chicas de buen ver en la mesa de enfrente, guiños, gracias, gestos, miradas... ji-ji, ji-ja, qué divertido.

Pero las chicas no estaban solas...

En la mesa de al lado, alguien desconocido, ajeno a todo y a todos, se sentía objeto de miradas y receptor de tales mensajes...

HELADERIA DE LA "MA'CAMEN", RETAMAR, AL
5:00 PM

Tarde apacible y soleada. El primero de la tarde: un negro zahíno de 120 kilos de peso (por lo menos), de la ganadería de Cuevas de los Ubeda, de potentes cuartos traseros y, sobre todo, delanteros, abigarrado, bravo y peleón. Entra en la plaza arrollando sillas y mesas, embistiendo con ambos pitones, con la soltura y la elegancia de una columna de hormigón armado. En frente, dispuestos a recibir al animal, Pesckie y Nono, tiernos, barbilampiños; azulado con tonos verdes el primero, y de rojo y reflejos morados el segundo, ambos de mirada soslayada y esquiva.

El animal, garras dispuestas e idóneas para tocar un piano con teclas de 28 metros cúbicos, recoge sus pescuezos con la candidez con la que un padre sostiene el tierno cuello de su recién nacido, y profiere amenazas varias de las que se consiguen registrar unas cuantas como "que os llevo observando un rato y no hacéis nada más que mirar", "que no me miréis", "que vosotros no me conocéis", "que yo he sido portero del Juan Asensio", "que por menos de ésto le meto un puñetazo a uno", "que yo no me equivoco", "que me he podido confundir pero no me equivoco", ...

El aparato digestivo de ambos aspirantes a tomar la alternativa acelera sus funciones, el animal escapa, pasa de largo, da un paseo por el ruedo... ji-ji, ji-ja, risa nerviosa de los "novilleros"... y vuelve a la carga, esta vez embistiendo desde lejos y con un dedo como una morcilla de 28 kilos dirigido a sus víctimas en actitud amenazante... aspirantes: mirada al suelo, que interesante colilla hay debajo de la mesa, etc, etc. La bestia se reafirma en su postura y sale de la plaza sin recibir un solo capotazo.

Entre tanto, Marcelo, Federo y yo, perplejos y aliviados de no vestir el traje de luces esa tarde, contemplamos la escena junto con un público enfervorizado. Edu sale al quite al rato para preguntar qué es lo que ocurría sin que nadie pueda explicarlo con claridad.

Más tarde, ya a toro pasado, recapacitamos para ver que pudo haber ocurrido, ¿tuvimos algo que ver? Pero Pesckie y Nono no se avienen a razones. Ellos no hicieron nada. No saben cómo se le pudo ir la pinza al cazurro ese.
Ellos sólo miraban a las chicas.

En fin, no se vayan todavía, que aún habrá más...

Epílogo

¿Cuántas veces hemos oído hablar de extraños seres mitad hombre mitad animal? Górgonas, grifos, sirenas, faunos, centauros, ..., ¡MINOTAUROS: el poderoso Ser mitad hombre mitad toro! ¿Mitología o realidad? ¿Qué extraño ser se escondía tras aquella corpulencia extrema? Esa fortaleza física que rayaba en lo paranormal, ¿era de este mundo? ¿Y esa voz? Grave, hueca, pesada, ¿tal vez viniera desde el Más Allá? En fin, son muchos los interrogantes que quedaron en el aire aquella soleada tarde de primavera, pero pocos, muy pocos, los que fueron conscientes del peligro.

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